Los escritos del padre Amatulli no dejan de sorprenderme: su estilo personal, que atrapa al lector desde las primeras líneas, motivándolo a seguir leyendo; la trama del relato, tejida de experiencias vividas y enriquecida con su imaginación privilegiada, que añade elementos y crea situaciones sumamente interesantes; las ideas que vierte con una claridad particular, con esa brevedad suya, que le hace decir mucho en unas cuantas frases; los planteamientos pastorales que expone, con una sabiduría acumulada por la praxis y la reflexión creyente; las soluciones que sugiere para enfrentar los desafíos que vivimos como Iglesia y como sociedad; y la perspicacia que despliega al examinar la compleja realidad eclesial desde la perspectiva del Evangelio y sus exigencias, particularmente a la luz del Gran Mandamiento del Crucificado-Resucitado, que expresa justo cuando está a punto de volver al seno del Padre:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 18-19)
“Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda la Creación” (Mc 16, 15).
He sido testigo privilegiado de la génesis de sus escritos más recientes, en los que pretende fotografiar escenas de la realidad eclesial y proponer los cambios pastorales más pertinentes a la época en que vivimos y a los desafíos que enfrentamos.
He podido escucharlos antes de que se materialicen en signos gráficos, mientras el padre Amatulli imagina y esboza en voz alta lo que piensa escribir... y no sé decidirme por cuál es mi estilo predilecto: la forma oral, tan atractiva por el timbre de voz tan especial que lo caracteriza, o la forma escrita, que me transporta a imaginar vivamente las escenas, con los matices tan peculiares de su prosa. Obviamente, para provecho nuestro, agradezco a Dios infinitamente el que nuestro padre fundador los ponga, finalmente, por escrito.
De hecho, ambas formas son realmente estimulantes, porque me permiten ver la situación de la Iglesia católica en nuestros días, elevar una acción de gracias a Dios por muchos aspectos positivos que encuentro en mi Iglesia, imaginar soluciones a los problemas que tenemos como comunidad eclesial y descubrir que Dios sigue acompañando e iluminando a su pueblo.
En suma, sus escritos me llevan a tener una clara conciencia del momento presente, con sus luces y sombras, sus alegrías y sinsabores, sus retos y perspectivas. Una cosa es cierta: el padre Amatulli va llevándome de sorpresa en sorpresa.
Esta trilogía está formada por once historias, en donde el Padre Amatulli, quiere presentarnos una fotografía de la Iglesia en esta hora de crisis y de gracia. Nos presenta con el crudo diagnóstico de un especialista, la crítica situación de la Iglesia católica, caracterizada por el éxodo masivo de numerosos católicos hacia las más variadas propuestas religiosas, el desafió de la religiosidad popular, el decaimiento de la misión y tantos otros problemas que nos aquejan a causa de un modelo eclesial agotado.