Se trata de la eterna lucha entre el bien y el mal, Dios y Satanás, que se refleja en la lucha diaria entre la sabiduría divina y la sabiduría humana (1Cor 1, 18ss), la búsqueda de la gloria de Dios y del interés personal, la verdad y el error, la sinceridad y la simulación o la hipocresía.
Una lucha en la cual todos estamos metidos, estemos conscientes o no; una guerra sin cuartel, en que intervienen, de uno y otro bando, fuerzas visibles e invisibles, terrenales y celestiales (Ef 6, 10-17).
Pues bien, ¿quieres seguirme en este tiempo por tomar conciencia de esta triste y al mismo tiempo gloriosa realidad, en que convergen el cielo y la tierra, el bien y el mal, el Supremo Hacedor con sus huestes celestiales y el máximo destructor con sus milicias infernales?